Bulimia nerviosa y factores de riesgo asociados
en adolescentes escolarizados de 14 a 18 años en
Barranquilla (Colombia)
Resumen Objetivo: establecer la prevalencia de riesgo de bulimia y de factores de riesgo asociados
en adolescentes escolarizados de 14 a 18 años de Barranquilla.
Materiales y métodos: Estudio transversal partir de una muestra representativa de
escolares de cuatro establecimientos educativos de Barranquilla. Participaron 149 sujetos
de 14 a 18 años. Se aplicó instrumento para determinar imagen corporal y bulimia (Body
Shape Questionarie), el Bulimia Test of Edinburgh, Test de Rosemberg y DASS21, se estimó
IMC y se empleó un cuestionario para determinantes personales.
Resultados: La prevalencia de riesgo de bulimia fue del 44,3 %. El perfil identifica preferencialmente a 51,3 % mujeres, una de cada cuatro con sobrepeso, y de ellos, el 53 %
tenía 16 años o más. Las características relevantes: 18,2 % consumía diuréticos y laxantes
para bajar de peso; el 40,9 % tenía problemas económicos; el 56 % manifestó ansiedad; el
53 % depresión y el 53 % insatisfacción con su imagen corporal. Se observó tendencia a
la asociación con: sobrepeso, saltar comidas con frecuencia, consumir tres comidas y picar,
consumir tres comidas, emplear diuréticos o laxantes para bajar de peso, ansiedad, depresión, estrés e insatisfacción corporal; se obtuvieron razones de disparidad significantes y
probabilidad del chi-cuadrado menor de 0.05.
Conclusión: El riesgo de bulimia se presentó preferencialmente en el grupo de ≥ 16 años,
en mujeres y en el estrato medio. Se aprecia una asociación estadística con sobrepeso saltar
comidas con frecuencia, consumir tres comidas y picar, consumir tres comidas, emplear
diuréticos o laxantes para bajar de peso, ansiedad, depresión, estrés e insatisfacción corporal.
Palabras clave: bulimia, prevalencia, factores de riesgo, depresión, ansiedad,
adolescencia.
Los trastornos del comportamiento alimentario (TCA), definidos como una mala regulación
del comportamiento alimentario, caracterizada por trastornos cognitivos y alteraciones
conductuales asociados a la alimentación,
al peso y a la figura corporal, se manifiestan
clínicamente asociados a una psicopatología
abundante y variada. Entre estos trastornos
se encuentran la anorexia, la bulimia y los
trastornos no especificados (1).
Este tipo de evento afecta primordialmente
a la población adolescente, dado que es más
vulnerable, por los cambios biológicos, emocionales y psicológicos que enfrenta; en los
adolescentes, la seguridad y la autoestima
pueden afectarse, ya que están en proceso de
construcción de su identidad, pueden padecer
estados de ánimo disfóricos y no poseen aún
criterios y valores propios que les permitan
escapar a la presión de lo que se puede denominar la “cultura de la delgadez” (2).
Entre los trastornos alimentarios, la bulimia
nerviosa (BN) es el que en los últimos años se
ha incrementado con mayor rapidez. Según
la Organización Mundial de la Salud (OMS),
la bulimia es considerada una enfermedad
epidémica; caracterizada por los atracones,
conducta consistente en comer vorazmente
grandes cantidades de alimentos en un breve
período, generalmente a escondidas, seguida
de un intenso sentimiento de culpabilidad y
autodesprecio hacia sí mismo, lo cual conlleva
con frecuencia a que la persona que la padece
desarrolle conductas purgativas (consumo de
laxantes, de diuréticos, inducción del vómito)
o conductas compensatorias, como saltarse
las comidas, hacer más ejercicio, entre otras.
Se categoriza de acuerdo con los criterios del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV) y la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), pudiendo
ser de tipo purgativo o no purgativo (3-5).
Los TCA representan la tercera causa más
común de enfermedad crónica después del
asma y la obesidad en adolescentes femeninas (6). La estimación de la incidencia y la
prevalencia de los trastornos alimentarios
varían dependiendo de las características
de la muestra analizada y de los métodos de
evaluación del trastorno (7).
En los países desarrollados la prevalencia de
los TCA es variable y depende de la población
evaluada; en términos generales, se estima
que la prevalencia de los TCA oscila entre
0,8 a 14 %; para la bulimia nerviosa (BN) la
prevalencia oscila entre 1,2 a 4,2 % (8).
La Organización Mundial de la Salud ha
informado que en los últimos 50 años se ha
producido un incremento en el número de
casos de bulimia en adolescentes y en población joven, con cifras que oscilan entre 0,9 a
4,1 %. La relación mujer/varón es de %/1(9).
Estudios efectuados en diferentes contextos
muestran la magnitud de la BN de la siguiente manera: el Departamento de Neurología
y Psiquiatría de la Universidad de Padua
(Italia) indicó en un estudio realizado en
adolescentes femeninas de 12 a 25 años que
la prevalencia fue del 4,6 % (10). La Encuesta
Nacional de Epidemiología Psiquiátrica
realizada en México en 2003 informó una
prevalencia de 1.8 % en mujeres de 18 a 29
años de edad (11). Un estudio escandinavo
de 2004 en adolescentes estableció una prevalencia del 1.2 % en las mujeres y del 0.4 %
en los hombres (7). En 2006, un estudio sobre
TCA en adolescentes de 14 a 16 años en Osona
(España) estableció, según el Eatting Test
(EAT), que el 9.2 % de la población estudiada
tenía un TCA; entre los identificados por el
tamizaje y aceptaron realizarse el diagnóstico
se encontró una prevalencia de 0.26 % (12).
En Argentina (2008), un estudio sobre TCA
en pacientes con vómitos autoinducidos
estableció que el 47 % de las adolescentes
presentaba sintomatología compatible con
los criterios del DSM IV para bulimia purgativa (13).
Respecto a los datos del comportamiento de
la bulimia nerviosa (BN) en Colombia, un
estudio realizado por la Universidad Nacional (2008) en estudiantes de bachillerato de
Bogotá y Sogamoso obtuvo una prevalencia
de 3.25 % (14). Un estudio realizado en 2009
en estudiantes de la Pontificia Universidad
Javeriana reportó un riesgo de padecer BN
del 27 % (15,16). Otro estudio realizado en
Bogotá en 2011 en adolescentes (10-18 años)
escolarizados de 10 colegios de bachillerato
mostró que el 8,3 % de la población evaluada
tuvo riesgo de sufrir un TCA según la escala
The Children´S Versión of the Eating Attitudes Test (Cheat) (8).
Según el estudio de Osona, el comportamiento de los factores de riesgo para bulimia
muestra que las mujeres tenían 13.6 veces
más probabilidad de padecer un TCA; la edad
estuvo asociada con la presencia de TCA, en
particular en las mujeres, siendo la edad de
mayor riesgo la de 16 años (19.0 %); esta
relación fue significante (chi-cuadrado: 6,8,
p=0,03). Para la imagen corporal (IC), el 32,8
%, mostro insatisfacción con su imagen; esta
fue mayor en las mujeres, con un 36.3 %; se
estableció significancia estadística mediante
el Ji-cuadrado para la IC y los TCA para ambos
sexos (Ji-cuadrado: 372.98, p<0.001) y para
cada uno.
La investigación “Conductas alimentarias de
riesgo: prevalencia en mujeres de nivel superior del estado de México” expresa respecto al
IMC que el 57% de las participantes con TCA
se encontraba en el rango normal, mientras
que el 34 % de ellas presentaba sobrepeso y
el 4.5 % obesidad (16).
Un estudio realizado en Valencia (España)
sobre trastornos de la conducta alimentaria y
consumo de drogas en población adolescente
de 13 a 18 años mostró que los adolescentes con
riesgo de desarrollar un TCA presentaron un
consumo de alcohol del 82,9 %, de tabaco del
37,1 %, de marihuana o cannabis del 22.9 % y de
estimulantes para suprimir el apetito del 8.6 %.
Los que consumían estimulantes para disminuir
el apetito tenían dos veces más riesgo de padecer un TCA, el cual no es significativo. Para el
análisis de efecto no se encontró tendencia a la
asociación con ninguna de estas sustancias (17).
En Tunja (Colombia) un estudio efectuado
en adolescentes escolarizados mostró que la
bulimia se presentó en el 13 % de los hombres y en el 10 % de las mujeres; por edad,
los más afectados fueron los de 16 a 17 años
(16.3 %). Se hallaron cambios en la prácticas
alimentarias en el 49.2 % de las bulímicas, y
los adolescentes que realizan los mencionados
cambios tienen nueve veces más probabilidad
de padecer BN; asimismo, la práctica del ayuno fue de 6.5 %, y quienes la efectúan tienen
8 veces más riesgo de ser bulímicas (18).
El estudio efectuado en Bogotá y Sogamoso indicó que los escolares con trastornos
de comportamiento alimentario tuvieron
puntuaciones mayores de ansiedad como
rasgo y mayor deseo de bajar de peso; no
se presentó en ellos diferencias por estrato
socioeconómico (14).
En el otro estudio realizado en Bogotá en 2011
la edad media de la población estudiada fue
de 13,7 años; el único factor de riesgo que
mostró tendencia a la asociación estadísticamente fue el sexo femenino (8). Asimismo, en
el efectuado en la Universidad Javeriana, el
66.7 % de la población estudiada era del sexo
femenino y la media de edad era de 20.6 años.
Respecto a los hábitos alimentarios, el 18.4
% consume las tres comidas tradicionales
(desayuno, almuerzo y cena); el 33.5 % las
tres comidas tradicionales y entremeses; el
19.9 % se salta frecuentemente las comidas
tradicionales sin un orden establecido y el
15.4 % no tiene un patrón ordenado en su
alimentación. Se observó el empleo de conductas purgativas en los estudiantes: uso de
laxantes en el 16.4 %, diuréticos en el 13 % e
inducción de vómito en el 12 %; asimismo,
consumo de medicamentos para quitar el
apetito durante el último año del 5.1 % (15).
Este estudio buscó establecer la prevalencia
de riesgo de bulimia y de factores de riesgo
asociados en adolescentes escolarizados de
14 a 18 años de Barranquilla. Asimismo,
establecer el perfil de la población estudiada, la prevalencia y la asociación del riesgo
de bulimia nerviosa, según características
sociodemográficas, estado nutricional según IMC, hábito de consumo de comidas,
de sustancias tóxicas y de actividad física,
situaciones familiares desencadenantes de
bulimia y características emocionales.
La bulimia nerviosa es un problema biopsicosocial que debe ser abordado de manera
integral y oportuna, realizando el diagnóstico
y tratamiento precoz, ya que estos se constituyen en la base de un mejor pronóstico
de la patología. El manejo de este evento
requiere de un compromiso directo de los profesionales de la salud: médicos de familia,
pediatras, psiquiatras, nutricionistas dietistas
y personal de enfermería, es decir, un equipo
interdisciplinario y, por tanto, del desarrollo
de acciones de promoción de un estilo de
vida saludable y de diagnóstico precoz y
limitación del daño a nivel de los programas
de atención primaria en salud.
Fuente.
https://www.redalyc.org/pdf/817/81739659005.pdf
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